
Por Adrián Hernández-Cordero, geógrafo
En un trabajo reciente discutí sobre los mercados públicos en la ciudad[1], entendidos como viejos equipamientos que por diversas razones (cambios en los patrones de consumo a partir del surgimiento de los supermercados y la política de desinversión gubernamental) a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado han experimentado un proceso de deterioro. Sin embargo, en los últimos años han sido redescubiertos por los gobiernos y la iniciativa privada como infraestructuras con un alto potencial económico, debido a su valor patrimonial, su tamaño y ubicación estratégica. Estos factores los hacen sumamente rentables a partir de las políticas de gentrificación que se están llevando a cabo en diversas ciudades, sobre todo en los centros urbanos. Cabe recordar al mercado de Santa Caterina que fue el Caballo de Troya[2] de la gentrificación en el barrio barcelonés del Born. El mercado fue utilizado como el motor de transformación social y urbanística del vecindario a partir de su reconstrucción, que se demoró por varios años, implicando la muerte del sector comercial y de alguna manera del espacio público que se conformaba en torno a éste y que articulaba la vida social[3].
Existen otras experiencias que nos hacen pensar que otros mercados y ciudades son posibles. Actualmente se está llevando a cabo una lucha ciudadana por recuperar el abandonado mercado de frutas y verduras del barrio obrero de Legazpi, en lo que se puede considerar la primera periferia madrileña. El mercado estuvo activo hasta la década de los años ochenta cuando fue cerrado por la inauguración de Mercamadrid. Mientras de decidía su futuro el Ayuntamiento instaló en el recinto diversas oficinas públicas hasta que en 2007 advirtió en el centro de abasto una oportunidad para explotarlo económicamente. A partir de entonces se comenzaron a plantear varios proyectos en conjunto con la iniciativa privada. La recuperación del mercado de Legazpi no fue casual, se vinculó con una serie de operaciones de especulación inmobiliaria llevadas a cabo al sur de Madrid que buscaban revalorizar este sector. Muestra de ello es la construcción junto al Manzanares del parque lineal Madrid Río en 2005 y la rehabilitación del antiguo rastro de la capital española en un espacio cultural monumental denominado Matadero. Así, dos conceptos reificados y sacralizados: cultura y espacio público servían para justificar sendas operaciones urbanísticas que pondrían en el mercado inmobiliario un sector depreciado y de paso servirían para borrar su carácter obrero e inmigrante.
El último gobierno del Partido Popular en el Ayuntamiento en Madrid tenía la intención de convertir los 40.000 metros cuadrados el mercado de Legazpi en un centro gourmet con una zona de tiendas, gimnasio, espacio cultural y un aparcamiento subterráneo con 800 plazas. Sin embargo, no contaba con la movilización social de los vecinos de Arganzuela y diversos colectivos que se organizaron para reclamar la cesión del mercado como un centro autogestionado. Así, surgió el Espacio Vecinal Arganzuela que desde 2014 comenzó con un proceso asambleario en el que los habitantes han construido un proyecto para el mercado, además de realizar diversas actividades culturales que han ido construyendo un espacio de encuentro.
A más de 7, 000 km de distancia, en otra ciudad capital como Brasilia, existe otro ejemplo de contestación urbana igualmente potente: el Mercado Sul Vive,un antiguo equipamiento abandonado en la periferia del Distrito Federal, concretamente en el sector obrero de Taguatinga. La ocupación aconteció en febrero del 2015 en el contexto de varias tomas de solares que se desarrollaron de manera simultánea por el Movimento dos Trabalhadores Sem Teto. El Mercado Sul fue construido en los años 50 y fue unos de los primeros centros de abasto del Distrito Federal. A partir de la llegada de los supermercados y las calles comerciales que caracterizan a la ciudad, los locatarios del mercado quebraron, quedando sus instalaciones inermes y/o usadas como bodegas, generando su progresivo deterioro.
Ante este panorama diversos colectivos plantearon la ocupación del mercado, conscientes que está acción se inscribía como una forma de resistencia ante el proceso de especulación inmobiliaria que experimenta Brasilia. Los colectivos de activistas y artistas del vecindario han llenado de vida y actividades al mercado y sus calles circundantes mediante la realización de actividades culturales populares fuera de la industria cultural y del mainstream imperante. De esta forma, han generado un espacio de articulación vecinal que busca ser reconocido como autogestionado y de pasó reivindicar a través de la declaratoria patrimonial la salvaguarda del edificio por su valor histórico; ello resultaría trascendente en una ciudad que sólo ha reconocido las faraónicas y asépticas obras de los arquitectos que la edificaron. Lograr el nombramiento patrimonial implicaría el enaltecimiento de la memoria obrera de los candangos[4] sistemáticamente despreciados y a los que Brasilia les debe tanto, ya que fueron sus verdaderos constructores.
El Espacio Vecinal Arganzuela y el Mercado Sul son ejemplos de que los mercados públicos en desuso pueden ser disputados por los habitantes a los poderes fácticos que dirigen la ciudad: política y dinero. Ambos mercados a partir de procesos de organización social y con el desarrollo de actividades artísticas y culturales han logrado darle mayor potencia a su movimiento. La organización y toma de consciencia de clase muestra que la colonización urbana del neoliberalismo puede ser confrontada desde las periferias, las cuales toman un papel central en las disputas por la ciudad y en defensa de lo urbano.
[1] “Los mercados públicos: Viejos equipamientos, nuevos usos en la ciudad. Reflexiones a partir de Barcelona”, comunicación presentada en el 5° Seminario Internacional Ciudad, Comercio y Consumo, celebrado en la UNAM, México. Octubre de 2015. http://www.ccc.unam.mx/pdf/4B-Adrian%20Hernandez%20Cordero.pdf
[2] El antropólogo Jose Mansilla del Observatori d’Antropologia del Conflicte Urbà me sugirió está acertada metáfora en el debate del Seminario Contested Cities, celebrado en Madrid durante diciembre de 2013.
[3] Más detalles en “Gentrificación comercial y mercados públicos: El mercado de Santa Caterina, Barcelona”. Working Paper Series. http://contested-cities.net/working-papers/2014/gentrificacion-comercial-y-mercados-publicos-el-mercado-de-santa-caterina-barcelona/
[4] El término candango originalmente se utilizó en Brasilia para denominar de forma peyorativa a los trabajadores inmigrantes de otras regiones brasileñas, sobre todo del nordeste, que llegaron a laborar en el ramo de la construcción. Actualmente de forma informal las personas nacidas en Brasilia o avecindadas allí se les conoce de la misma forma.