Objetivo, la Via Laietana

Fuente: Francesc_2000
Fuente: Francesc_2000

Artículo publicado originalmente en la Revista Marea Urbana.

José Mansilla, Giuseppe Aricó y Marco Luca Stanchieri (OACU)

El próximo septiembre se cumplirán 156 años desde que la Reina Isabel II colocara la primera piedra de unas obras que estaban llamadas a cambiar el presente y el futuro de Barcelona: El Plan Cerdà. Aunque el planeamiento original del ingeniero catalán contemplara, además del famoso Eixample, la apertura de tres vías que atravesaran el centro histórico (sendas prolongaciones de las calles Muntaner y Pau Clarís hasta el puerto y otra avenida, perpendicular a éstas, que pasaría por delante de la Catedral), no fue hasta que el arquitecto y urbanista Àngel Baixeras retomara el proyecto a finales del siglo XIX, que se diseñó y ejecutó al menos una de ellas: la Via Laietana. La apertura de esta avenida no comenzó hasta 1908, ya muerto Baixeras, dándose por acabada pasado, exactamente, medio siglo.

 

Su concepción original se encontraba en la línea de lo que se venía haciendo en otras ciudades del orbe europeo, como el Plan Haussmann para París, un proceso de tal envergadura que daría lugar a la expresión haussmannización para referirse a un tipo de intervención urbanística destinada a higienizar las ciudades. Así, bajo la excusa de abrir la ciudad a la circulación del aire a través de la creación de amplios corredores y avenidas, evitando el hacinamiento y la consiguiente insalubridad de determinados barrios o distritos, se encontrarían otras intenciones, como la de facilitar y mejorar el control de las revueltas populares que se llevaban a cabo precisamente en este tipo de emplazamientos. Pero, por otro lado, también se trataba de facilitar la circulación de mercancías y la instalación de los nuevos sistemas de transporte que necesitaba el incipiente capitalismo. En esta dirección, los diferentes ajustes que fueron integrando el Plan Cerdà desde su presentación pública en 1859, constituirían un exitoso intento de exportar el modelo del Gran Paris de Haussmann a una Barcelona que, pasadas unas décadas, se dispondría a acoger un gran evento, la Exposición Internacional de 1.929.

 

Más de siglo y medio después, un manifiesto impulsado por la Associació de Comerciants de Via Laietana ha vuelto a poner el tema sobre la mesa de debate al proponer y publicitar una iniciativa en este sentido presentada al Pla d’Actuació Municipal (PAM) de la ciudad. El texto, titulado “Per un nou eix cívic a Barcelona, humanitzem la Via Laietana”, viene a recordar la idea original del diseño y construcción de la calle, esto es, la conexión entre el puerto y la ciudad, apostando por la revitalización comercial, la mejora de los espacios públicos y la reducción del ruido. Como no podía ser de otra manera, la idea ha generado algunas suspicacias entre los vecinos y vecinas del entorno, comerciantes y miembros de los movimientos vecinales, que ya fueron testigos de algunos pasos dados en este sentido por el anterior Gobierno del convergente Xavier Trias, esto es, el veto al aparcamiento de autobuses turísticos en la zona y la urbanización de la Plaza Ramón Berenguer.

 

En las entrevistas realizadas para el presente artículo destaca el consenso en torno a la necesidad –si bien no la prioridad- de una reforma, y así lo prueban las palabras de Reme Gómez, Presidenta de la AVV del Barri Gòtic cuando afirma que

 

[…] evidentemente nosotros, como la mayoría, independiente de asociaciones o no, pensamos que es una reforma que se tiene que tomar en algún momento […], otra cosa es que en los objetivos de esa reforma estemos de acuerdo[1].

 

Asunto en el que abunda Albert Mestres, miembro de la Associació de Comerciants y propietario de la tienda de comics “Continuará”, cuando señala que,

 

[…] en general todo el mundo está a favor de una reforma de Via Laietana. El único colectivo que no está a favor es Barna Centre, dicen que ven peligrar la accesibilidad a su zona peatonal y su logística. Los demás tienen matices. En CCOO por ejemplo, creen que habría que hacer una reforma más profunda, cuestionando incluso el tráfico privado, pero entienden que nuestra propuesta intenta conseguir el máximo consenso y nos apoyan[2].

 

Sin embargo, las palabras de Albert nos sirven para poner encima de la mesa la inevitable conflictividad que marca toda expresión de vida urbana, en este caso con el detonante de la posible modificación del caudal circulatorio de la zona. Y es que es evidente que los intereses comerciales representados por la Federació d’Associacións de Barna Centre, con especial implantación en el entorno de la calle Portaferrissa, son en cierta medida discordantes con los de aquellos que reclaman una pacificación de la circulación e, incluso, la eliminación parcial del tráfico privado.

 

Ahora bien, a esta colisión entre intereses comerciales, habría que sumar la de un vecindario que ve, con cierta intranquilidad, que la zona se convierta, tras las obras, en una extensión de la Barcelona de las terrazas, barres y restaurantes representada, entre otros, por espacios como el Born. Así lo señala Reme, de nuevo, cuando afirma que

[…] el miedo es que las inversiones que se hacen en el espacio público, que se pagan con dinero público, vayan en beneficio del negocio del ocio encaminado hacía el turismo, es decir […], no es que estemos en contra de los bares, ni de la hostelería…, simplemente es que han colonizado completamente el barrio, en el Gòtico hemos perdido población desde hace muchísimos años […], si la estructura arquitectónica de Via Laietana se va a reconvertir en comercio y hoteles, en comercio de ciudad, de ciudad o de país, pero no un comercio de proximidad, pues no nos interesa esa reforma[3].

 

Y es que la conversión de Barcelona en referente turístico[4] lleva años ejerciendo una presión casi insoportable sobre unas clases populares que ven como el precio del suelo -en forma de subida de alquileres, precios de las viviendas, cierre de comercios tradicionales, etc.- las obliga a desplazarse en busca de emplazamientos más asequibles. Las palabras de Marieta, vecina de 70 años y dueña de una tienda de animales ubicada en lo poco que queda de aquel barrio popular que otrora fue La Ribera, son elocuentes:

 

[…] el zapatero de la calle Corders aun aguanta porque es que le quedan 4 pedos pá jubilarse (sic), o si no está jubilado es porque no quiere, ¿entiendes? Porque ya es mayor el hombre, y una vez que cierre la tienda, ya tendrán que cogerla ellos [los promotores inmobiliarios]. Y aquí los alquileres que están pidiendo ahora, puuuf… ¡carísimos! Nosotros ya tuvimos que dejar el local anterior porque, claro, estaba en la calle principal, ahí donde se pasan todos y el alquiler ya cambió. Nos venimos a este nuevo, que está más apartado, y la verdad es que tuvimos suerte, estamos pagando 600 euros, pero en otra calle de aquí cerca, ahí donde antes había una tienda de muebles, nos pedían 1200 euros, ¡o sea el doble![5]

 

Toda comparación con el pasado es odiosa, pero no deja de ser menos cierto que intervenciones como la que actualmente se proclama como “necesaria” para la Via Laietana mantienen algunos puntos en común con aquella llevada a cabo hace más de cien años. Si por entonces la conexión entre el puerto y la ciudad se veía como necesaria para facilitar la salida de los productos de la Barcelona industrial mediante el transporte marítimo, en la actualidad, cuando el proceso de acumulación del capital ha pasado de un sistema industrial fordista a otro más flexible basado en los servicios, la ciudad tendría que adaptarse a una economía basada en el turismo, el comercio y el sector inmobiliario. Y sería precisamente esta adaptación la que tendría duras consecuencias sobre los vecinos y vecinas del entorno.

 

Sin embargo, entre los entrevistados existe un poso de optimismo. Así lo demuestran, de nuevo, las palabras de Albert cuando, inquirido sobre el peligro de que la Via Laietana se convierta en un nuevo Born, señala que,

 

No creemos que eso sea posible, las aceras de Vía Laietana no dan para ningún tipo de terrazas, simplemente para esponjar el paso. Cualquier opción que pretendiera quitar espacio público sería una aberración y consecuentemente estaríamos en contra y batallaríamos para que el Ayuntamiento no lo permitiera. Creemos en una vertebración del barrio, que los flujos de las personas no queden frenados por la frontera que es hoy[6].

 

Lo que sí es evidente, y en lo que también parecen coincidir parte de los movimientos vecinales de la ciudad, es que la reforma podría ser necesaria, pero siempre que sea abordada desde el prisma del modelo de ciudad, ampliando el objetivo y teniendo en cuenta consideraciones transversales de forma que fuera ligada, tal y como comentaría Reme, al eje “Catalunya-Universidad-Urquinaona, que es la vía del acceso del Eixample y el resto de la ciudad al área marítima”[7].

 

Aunque según declaraciones recientes,[8] entre las prioridades de los comunes no se encuentra reformar la Via Laietana, sin embargo, esta formación podría ser prisionera de la retórica que siempre acompaña a sus declaraciones: la necesidad y urgencia de procesos participativos que tengan en consideración a los barrios, al espacio público y que conviertan este tipo de emplazamientos en verdaderos ejes cívicos. De este modo, parece comenzar a cundir cierta preocupación por el resultado del pulso que el Gobierno municipal mantiene con poderosas instancias turísticas y financieras o, simplemente, porque éste se vea incapaz de cumplir con algunas de las expectativas levantadas. En este sentido, y en relación a la moratoria hotelera, la propia Reme expresaba su inquietud cuando comentaba que ésta

 

[…] existe mientras se apruebe el Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos (PEUAT), que todavía no está claro que se apruebe y, aparte de los hoteles, está todo el tema de los apartamentos turísticos, que no se pueden hacer desde hace años, pues siguen existiendo y se siguen creando[9].

 

A este respecto habría que añadir las palabras de Marieta cuando afirma que

 

[…] el tema de los pisos esos que hacen para turistas, los pisos turísticos, tiene otra tela. ¿Que esa gente te viene a la hora que sea, con griterío por la calle o las escaleras? ¿Que vienen borrachos o lo que sea y son molestos? Pues claro, están de vacaciones y te vienen borrachos, pues ¡viva la Pepa! (sic) Que te vienen de un bar ahí por el Borne…, pues eso también es otra cosa, que no sé cómo lo hacen…, como se lo permiten[10].

 

Y, para finalizar, la inquietud mostrada por Juanita, propietaria de un bar de la Barceloneta, cuando, en relación a las iniciativas destinadas a controlar el ruido de las calles, señalaba que

 

[…] aquí, justo fuera del local, me vinieron los del Ayuntamiento, hace dos semanas o así, e instalaron un cucurucho ahí encima, al lado de la farola. Dicen que es un sensor para captar sonido, para medir cuanto ruido hacemos en la calle […]. Pero, ¿quién soy yo para mandar a callar a la gente? Es que la calle no es mía, yo les puedo decir algo a mis clientes aquí dentro, en mi local, que si se ponen un poco así espiritosos y eso que se calmen. Pero fuera, en la calle, yo no mando, ni me atrevo yo a mandar o decirle a la gente que se calle o se mueva para otro lado[11].

 

En definitiva, la reforma de la Via Laietana nos pone frente a la necesidad de enfrentar cómo se lleva a cabo la distribución y apropiación de los recursos que produce la propia ciudad. Como señalara el geógrafo David Harvey,[12] lo que está en juego no es sólo la reforma de una de sus avenidas, aunque sea principal, sino qué tipo de ciudad queremos, algo que no puede desligarse, bajo ningún concepto, de las relaciones sociales que en ella se proyectan, de los estilos de vida, de las tecnologías o de los valores estéticos que queremos mostrar. Será al detallar este modelo que será posible ver si los poderes públicos entienden que toda intervención urbanística supone una prueba de justicia espacial demostrando, a la vez, que la ciudad por la que se apuesta deja atrás obsoletos modelos que no han traído más que una falsa, postiza y defraudadora Barcelona de escaparate.

 

[1] Entrevista realizada el día 15/04/2016 (ER 15/04/2016).

[2] Entrevista realizada el día 18/04/2016 (EA 18/04/2016)

[3] ER 15/04/2016

[4] Un artículo publicado en La Vanguardia del 27 mayo de 2013, por ejemplo, recogía que la capital catalana era la décima ciudad a nivel global en atracción de turistas.

[5] Entrevista realizada el día 13/04/2016 (EM 13/04/2016).

[6] EA 18/04/2016

[7] ER 1/04/2016

[8] Véase El País del 11 de abril de 2016.

[9] ER 1/04/2016

[10] EM 13/04/2016

[11] Entrevista realizada el día 05/05/2016

[12] Harvey, D. (2008) “El derecho a la ciudad”, en New Left Review, 53, pp. 23-39.

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