El lobo y las ovejas. Inquietudes sobre la guerra en Ucrania

Por Pedro Gabriel (OACU)

Tras la recién invasión de Ucrania por parte de Rusia se inició un hilo de conversación en el observatorio (OACU) donde se han compartido inquietudes, opiniones y puntos de vista, en un intento de comprender algo tácitamente tan irrazonable como es la guerra, además de cuáles han sido las motivaciones (las oficiales y las no oficiales) por detrás de los dos lados en este conflicto – que de hecho no empezó ni ahora ni con esa invasión.

Sin embargo, en el grupo, es consensual la opinión de que los principales medios de comunicación “occidentales” le dan a la(s) guerra(s) un enfoque que es predominantemente euro-céntrico, además de parcial, desvalorándose otros conflictos y ataques, sobre todo los perpetrados por los países considerados como aliados, y que a la sazón son infligidos a otras naciones y pueblos: Yemen esta bajo bombardeos aéreos por parte de Arabia Saudita, “aliada de occidente”; Palestina es bombardeada por ataques aéreos de Israel, “aliado de occidente”; Somalia es bombardeada por las fuerzas militares de EUA… Desafortunadamente el drama de las guerras no pará, pero sin embargo el sufrimiento provocado no se circunscribe tan solo a Europa y a los europeos.

Se han compilado algunas consideraciones sueltas, recién enviadas, y que seguramente no serán consensuales, sobre todo por ser éste un tema tan complejo y “a flor de piel”, y de antemano espero que mis amigos ucranianos y la comunidad ucraniana en la diáspora (tan trabajadora) no lo tomen en mal. Y, por encima de todo, votos de Paz. Esperamos que se extiendan los puentes del diálogo para el cese rápido de esta guerra fraticida.

1.

Acerca de Putin y de la conjeturada intención de extender el dominio territorial de Rusia a las antiguas repúblicas soviéticas y a los países por detrás del antiguo “telón de acero”:

Manifiestamente Putin no demuestra cualquier nostalgia por la Unión Soviética. Al revés, esa es una ilusión que intentan difundir como si fuera un espectro, un fantasma que hay que temer. Putin adviene del mismo linaje de Yeltsin, el mismo que ha entregado un país lleno de recursos para ser rapiñado, aun en vida, y ha terminado siendo desmembrado por oligarcas que hoy dominan la economía rusa. Además, todo esto se concibió con el apoyo del “occidente” que ahora “apunta el dedo”, como si no tuviera ni responsabilidad ni culpa.

Esa desvinculación se ve bastante clara en las recientes declaraciones de Putin, ya después del inicio de la invasión militar de Ucrania y en línea con lo que ya había expresado hace años, al opinar que los conflictos independentistas dentro de la Federación Rusa son de la responsabilidad de Lenin y los bolcheviques pues hicieron coincidir las fronteras político-administrativas (de las diferentes repúblicas) con las fronteras culturales entre distintos pueblos, o sea, en una lógica que iba en contra de todas las estrategias geopolíticas coloniales de “dividir y conquistar”.

En el fondo, son el tipo de divisiones como las franquistas en España (que todavía perduran) lo que le parece bien a Putin, y que fue justamente lo que no se hizo en la URSS – que en su momento ha procurado una solución con respecto a las diferentes nacionalidades, a los diferentes pueblos y culturas. 

Lo que intenta Putin es reavivar del nacionalismo ruso a imagen del dominio imperial de otras épocas, tanto en la política interna como en la geopolítica. De hecho, a lo que sigue (y seguirá de todos modos) siendo el país más grande del mundo en área territorial, se ha denominado Federación Rusa en vez de Federación de Naciones, Federación de Republicas o algo parecido, a pesar de que existen docenas de diferentes nacionalidades dentro de esos límites y bajo ese dominio – desde Tuva a Karelia -. La Federación Rusa, tal como la proyecta Putin, no es una federación de diferentes naciones pero si una evocación al imperio ruso zarista.

Internamente todas esas desemejanzas se evidencian sobretodo en el tipo de políticas clasistas sembradas por Putin – con el incremento de las desigualdades sociales y económicas, en un país lleno de recursos y de oligarquías – con una orientación y una “concepción de clase” que es obviamente antagónica a la soviética.

2.

Del derecho a la autodeterminación de Ucrania, bien como de los pueblos que (no) integra “dentro de fronteras”, y acerca de una perspectiva maniquea y parcial del actual conflicto, se esbozan también algunas inquietudes:

La palabra Ucrania en sus orígenes etimológicos significaba “territorio fronterizo”, adviene de esa noción ancestral de “frontera” que es de las más valiosas para la antropología. Siendo “territorio fronterizo”, ubicado en el “borde” de la más inconmensurable inmensidad territorial, es por cierto mucho más que frontera (línea abstracta) y no se puede formular que “no existe cómo país” tal como recientemente lo ha afirmado Putin; sobre todo si comparte un idioma común. Ucrania parece ser, hoy y en el pasado, lo que se ha denominado como “estados tapón”, parecido a Uruguay o Bélgica, ubicándose “neutralmente” entre naciones beligerantes que ayudan a evitar el contacto y la confrontación directa. En el fondo esos países se encuentran en “zonas geográficas” de transición (en una definición geopolítica); son países umbrales.

Para los nacionalismos, que evitan los matices culturales, estas naciones son enemigas, y todos estos “umbrales” los intentan poner entre líneas. Los nacionalismos suelen ser por tanto (o por lo menos) versiones reductoras y empobrecedoras de lo que suelen ser las diferentes nacionalidades.

De igual modo, la demanda del ultra-nacionalismo ucraniano de “incluir”/mantener in-discriminadamente bajo sus dominios a todos territorios donde la población no habla ucraniano y donde se han manifestado voluntades de no querer hacer parte de Ucrania – y quedando dudas de su clarifición en una consulta popular – esa demanda del gobierno ucraniano, en el sentido de no dotar de una reciprocidad de derechos a los urcranianos ruso-parlentes , parece una decisión igual de ilegitima como la de Rusia de anexarse Ucrania…

Esta anexión, a pesar de lo que digan los medios occidentales, tampoco es tal, por que no es un Estado-Nación “por entero”, ya que conlleva dentro multiples fronteras, distintas nacionalidades. De hecho, cerca de Moldavia se habla otro idioma (que es latino), en Crimea también tienen su dialecto, en oriente se habla predominantemente el ruso, tal como en el sur en un porcentaje significativo, mientras que más al norte en Bielorrusia como en las naciones del báltico se hablan lenguas fino-bálticas. Ucrania tendrá seguramente su identidad cultural y nacional,construida como todas las demás, pero tan poco podrá prevalecer si impone esta identidad al resto de pueblos que la componen.

La ubicación/situación histórica de “Estado-tapón” podría otorgar algunas ventajas, al mantener buenas relaciones comerciales e institucionales con los dos lados; tal como hizo Finlandia en tiempos de la guerra fría. Por el contrario, el intento de expansión de la OTAN es de una absoluta simpleza, ya que la vía que les parece la mejor, es la de la creciente militarización, y no al revés, que sería lo más sensato para Ucrania. Nadie quiere tener lanzadores de misiles plantados ahí al lado, como hace la OTAN en todas partes, como si fuera un perro intimidador meando en todas esquinas para demarcar dominios territoriales para después irse a cazar donde sea.

Las exigencias planteadas desde Moscú son claras: no quiere tener nuevas bases militares con lanzadores de misiles y ojivas nucleares de la OTAN plantados al lado suyo; con todo deberá de existir reciprocidad en ese tipo de compromisos para que los dos lados puedan conceder en vías diplomáticas. Por otra parte, el gobierno de Kiev mantuvo una posición de intransigencia respecto a sus fronteras. Al parecer se delinean algunas opciones, implicando siempre concesiones de las dos partes: o una guerra sin (medio) término; o Ucrania se mantiene fuera de la OTAN conservando fronteras directas con Rusia, con el compromiso de desmilitarización reciproco entre los territorios confrontantes. La otra opción, sería, la independencia de los territorios que se incrustan entre esos dos países beligerantes, los pueblos ruso-hablantes en el este, formándose así, nuevos “estados-tapón”.

3.

Acerca de las disimuladas orientaciones políticas por detrás de las más recientes manifestaciones de “solidaridad con Ucrania” – pretendidamente “apolíticas” como apartidarías – pero que implícitamente se revelan abanderadas en la simbología y en la iconografía ostentada por en medio:

Hoy día en Europa se suele indagar bastante sobre el tema del “post-colonialismo”, sobretodo como tema desarrollado en diferentes esferas culturales y artísticas. De hecho ese es un tema necesario e interesante. Sin embargo poco o nada se habla del disimulado neo-colonialismo Europeo “occidental” y de sus estratagemas geopolíticos y militares para control de recursos energéticos – a la sazón, de los oleoductos por Siria y de los gasoductos desde Rusia – al punto de prestarse apoyo, oficial y off the récord, a grupos radicales islámicos pero también a milicias de ultraderecha asumidas como neonazis, responsables por algunos de los más ardiondos crímenes contra la humanidad que han sido perpetrados en este nuevo siglo.

Parece pues pertinente intentar desmontar la simbología de los emblemas ostentados en recientes manifestaciones que han tenido lugar en otras manifestaciones en ciudades europeas, y en las cuales incondicionalmente han participado tantas personas pero que sin saber, o sin querer saber, se han ubicando en medio de apologistas y de apologías de ultraderecha. Es necesario hacer referencia a que, aunque se digan pacifistas, estas no han sido propiamente manifestaciones por la paz y en contra la guerra, lo que sería por cierto valorable, sí no de apoyo a una de las partes del conflicto – la que se ve ahora más desfavorecida -.

En la manifestación que tuvo lugar en Lisboa, tras el inicio de la invasión rusa de Ucrania, se ostentaba en la línea delantera (algo así como “el abanderado”) una gran bandera roja y negra – dividida en horizontal y no en diagonal como la anarquista – a semejanza de otras iguales, que se han podido observar, erguidas, en prácticamente todas las manifestaciones en ciudades europeas, menos en Moscú donde están prohibidas.

Esta bandera, fue la adoptada durante la Segunda Guerra Mundial por los voluntarios ucranianos que han combatido al lado de las tropas nazis en los batallones dirigidos por Stepan Bandera, y otros, que junto con las “SS” hitlerianas, formaron las guardias nazis en diferentes campos de exterminio como el de Treblinka. De hecho, por su fidelidad, estos voluntarios ucranianos fueron enviados a la línea delantera que perpetró la masacre de Babi Yar, donde han sido ejecutados al menos 34.000 ucranianos mayoritariamente judíos – tal como los antepasados de Zelensky – un hecho que de manera intencionada él mismo ha decidido ignorar.

Pasados casi cien años aquí siguen los mismos símbolos, resucitados, enalteciendo a los voluntarios de brigadas internacionales de paramilitares neonazis que hace años se dirigen hacia las líneas de Donetsk y de Lugansk,  ahora indiscriminadamente apoyados bélica y moralmente por la Unión Europea. Esta semana Josep Borrell ha anunciado el envió de armamento por la Unión Europea al ejercito ucraniano, acción encuadrada en el programa de la UE para la paz ¡imagínese! refiriendo estar “rompiéndose un dogma” dentro de la EU, mientras que Dinamarca ha autorizado el envió de militares voluntarios para combatir al lado de los regimientos de un gobierno que claramente ha promocionado políticas xenófobas. A echar más gasolina al fuego.

https://es.rbth.com/internacional/2014/04/27/quienes_eran_los_nacionalistas_ucranianos_39603 

Tanto en las manifestaciones de ultranacionalistas ucranianos, como de sus aliados nacionalistas moderados, se pueden ver recurrentemente ostentados emblemas neo-fascistas y neo-nazis. La elevación del retrato de uno de sus “líderes espirituales”, el nazi ucraniano Stepan Bandera, está presente en casi todas. Lo mismo con la “N” traspasada que ostentan en sus camisetas y en banderas, cuyas semejanzas al símbolo de las “SS” tampoco es casual. Asimismo conllevan implícitamente e inequívocamente sus orientaciones y sus motivaciones políticas xenófobas y supremacistas.

Los dirigentes políticos desde “este lado” del conflicto afirman que se trata de elementos infiltrados, y que la mayoría de las personas no tiene nada que ver con ellos; sin embargo, hay que reconocer, que de hecho estos son elementos para nada marginales sino presentes en prácticamente todas esas manifestaciones. Claramente la ultra-derecha ya no va como un “lobo con piel de oveja”, sino asumida como tal y nada blanqueada. Muchas personas en medio, sino la mayoría de las que se han presentado ahí “de corazón” y “contra la guerra”, no identifican estos emblemas y símbolos con las graves connotaciones y asociaciones políticas subyacentes… como antes decía el pueblo “ojos que no ven, corazón que no siente”. Esto vale también para los fans de Putin, que en este mismo sentido ha fomentado el hooliganismo, el ultra-nacionalismo y la ultraderecha, tanto dentro como fuera de Rusia. Parece que todo se repite, y recordando a Hegel, pero sobre todo a Marx: «La historia se repite por lo menos dos veces (…) la primera vez como tragedia, la segunda como farsa.»

4.

Acerca de la simbología implícita en los discursos de los “líderes políticos” ultranacionalistas, y de sus estrategias retóricas para el dominio en el campo (conflictivo) de la psicología de masas:

Uno de los argumentos  utilizados por los “líderes políticos” en la UE para aprobar sanciones económicas a Putin y Rusia fue el imperativo de «combatir su máquina propagandística». Parece evidente que existe una máquina propagandística montada desde ese “otro lado”, al igual que desde “este lado” tampoco estamos libres de ser bombardeados con noticias parciales y con censuras desinformativas constantes. Toda guerra se traba también en el campo propagandístico, con ofensivas desde los dos lados, y sería demasiado ingenuo creerse que nos encontramos libres y a salvo de ese mal, incluso en “tiempos de paz”. Como parece que no quedan dudas acerca de la “máquina propagandística de Putin”, el enfoque crítico debería ir dirigido, como contrapartida, hacia la propaganda que nos suministran en este «lado de la barricada», que es la que podemos contemplar y analizar con nuestros propios ojos.

Quienes hemos podido escuchar el discurso de Zelensky tras haber asumido la presidencia de Ucrania, es visible como se muestra cuidadosamente redactado y bien ensayado, breve pero lleno de alusiones simbólicas, y enunciado de modo eximio por un profesional de la comunicación. Sobre ese discurso se pueden esbozar algunas circunspecciones. Ha empezado por afirmar ser “el presidente de todos y de todas ucranianas”, pero ¿cómo es posible que fuera presidente de todas personas cuando 8 millones han sido impedidas de poder ir a votar? Excluye casi el 20% de las personas, y así parece más que previsible que la revuelta estaba cerca.

A continuación dice “quiero que Ucrania sea como una familia, con padre, madre e hijos”. Es aquí donde empieza una narrativa análoga a los discursos de los líderes fascistas, ensayados hace un siglo atrás, pero ahora más templado y sin aquella típica postura paternalista austera. A imagen de la idea de “Santísima Trinidad” se había ya planteado (hace siglos) la transposición retórica de un tipo de “órden”, dogmático e incuestionable, desde el plan de la autoridad moral-religiosa al plan de la pretendida autoridad política – “Dios, Patria, Familia” – a la manera de un “Padre”, como autoridad moral y política, mientras el pueblo sería “el Hijo”, bueno y subordinado, rodeados los dos de el “Espiritu Santo” como dogma, orden y ley incontestable. Zelensky concluye el discurso con un “Esta es nuestra casa, Ucrania es nuestra casa”, y sigue con ese tipo de peligrosas transposiciones desde “la casa” a “la nación”, desde un “orden” de dominio doméstico al plan del Estado, algo que Ferdinand Tönnies tan bien analiza en su obra magistral Comunidad y Sociedad.

A manera de conclusión

Si por un lado no quedan dudas acerca de Putin, igual nos deberíamos cuestionar sobre qué tipo de políticos, de políticas, y de milicias la UE viene a apoyar en acuerdo con sus intereses. Desde que en Ucrania se empezaron a fomentar y a promocionar políticas xenófobas y de ultraderecha que pronto se ha concedido espacio y lugar a prácticas iracundas y a una escalada de la violencia. La masacre en el Sindicato de Odessa ha enmarcado lo que parece haber sido un punto de no retorno. El día 2 de Mayo de 2014, después de las celebraciones del día del trabajador, murieron 42 personas – hombres, mujeres y niños rusoparlantes – encerradas y quemadas vivas dentro del edificio del Sindicato a manos de la ultraderecha institucionalizada, tras la denominada “Primavera Ucraniana” y todo bajo la impávida mirada de la Unión Europea.

Abiertamente, en la última década, Ucrania ha significado para los grupos neonazis lo que hasta hace poco Siria, ocupada por el Estado Islámico, significaba para los fundamentalistas islámicos – un campo de reclutamiento y de entrenamiento  paramilitar -, todo esto con el apoyo de la OTAN y de Occidente. Asimismo han reclutado y apoyado a paramilitares reconocidos como neonazis, a los cuales les han incluso otorgado altos cargos políticos o militares en este gobierno supuestamente “civilizado”. Sin embargo, no se puede generalizar e imputar la acusación de fachas y de neonazis a todos los miembros del gobierno ucraniano, mucho menos al pueblo, que además de soportar a sus propios líderes ahora tiene que enfrentarse a una guerra imperialista.

Un dato esencial, para tratar de entender este problema, se desvela al mirarse cuales países europeos han anunciado primeramente el envio de armamento a Ucrania. El grueso de esos países se encuentran entre los mayore exportadores mundiales de armamento de guerra, con sus empresas cotizando en bolsa: Alemania, Suiza, España e inclusive países aparentemente pacifistas como Suecia – que aun tiene la hipocresía de otorgar anualmente el Premio Nobel de la Paz -, que dan lecciones de moral a todo el mundo. Ese premio, por cierto, lleva el nombre de alguien que hizo su fortuna gracias a la sangre ajena fruto de sus negocios bélicos, como es el caso del Sr. Nobel.

Y, sobre todo, recordad que entre los que más van a ganar con esta colosal desgracia de la guerra son los oligarcas del “occidente”, tanto con la venta de armamento desde “nuestros países civilizados” como con el “lobbying del hormigón” para la posterior reconstrucción de ciudades enteras, bombardeadas con las armas y bombas que ellos mismos producen, sin embargo,  a estos oligarcas no se les congelaran las cuentas ni se les sacara del sistema SWIFT.